top of page

Adiós hermana, compañera de dolor, risas y sueños.

  • manuelsalcedogalvez
  • 29 ene 2021
  • 3 Min. de lectura

Solo puedo decirte que no sirvo para la vida, ni sirvo para la muerte, sobre todo la tuya. Me hiciste prometer que no me hundiría. Que la vida seguiría sin ti. Pero ni siquiera sé cómo podré vivir a partir de ahora.

Hace algunos años te escribí una carta, donde te recordé lo mucho que te he querido, las cosas que sufrimos juntos, los sueños que soñamos y los juegos a los que jugamos. Recordé lo triste de nuestro aire viciado de miedos. Te dije que yo era demasiado pequeño como para recordar tu nacimiento, pero mamá me lo contó tantas veces que todavía hoy me parece recordar el día que naciste. Sin embargo mis verdaderos recuerdos empiezan con una niña pequeña que siempre estuvo ahí, aunque de lo que sí estaba seguro, es que el día que llegaste se acabó el silencio. Mamá me advertía sobre ti, pero yo solo sabía que aquel pelo tan negro, aquellos ojos tan grandes y aquel carácter podían convencerme de cualquier cosa. Pronto me convertí en el apaciguador de tus llantos, me destrozaba verte triste. Conseguir tu sonrisa después de una rabieta, aun con lágrimas en los ojos, era un momento único. Era cómo ver llover con el sol todavía brillando. Desde el primer instante, aun siendo muy pequeño, supe que debía protegerte, aunque no pudiera protegerme ni a mí mismo.

He vuelto para cuidarte cómo cuando éramos pequeños. Pero hoy siento que no te he podido proteger de todo. No he podido protegerte de esta silenciosa y maldita enfermedad. Mi impotencia derrite mi promesa y maldigo la vida. Golpeo con rabia la realidad pero solo me devuelve dolor.

Hoy te escribo para despedirme. Te soñé tantas veces libre, que casi lo creí, pero tus ataduras han dejado una sombra tan larga como tu sufrir. A pesar de todo siempre supiste ser feliz junto a los tuyos. Cualquier día era escusa suficiente para disfrazarnos a todos de trajes y risas. Regalaste lo mejor de ti siempre, sin esperar nada a cambio. Fuiste la mejor hermana, hija y madre.

No todas las personas con quien te encontraste en la vida, supieron lo que significaban algunas cosas para ti. No supieron entender tu inteligente sensibilidad, tu extraordinario humor, que tan solo pretendía hacer felices a los demás. Jamás entenderán nuestros juegos llenos de imaginación desde el balcón de un edificio, en los suburbios de una gran ciudad. Jamás entendieron quien eras, no te conocieron, no sabían quién eras tú. Algunos de los que ahora te lloran te maltrataron y tú, sin embargo, les diste a cambio cuidados y amor.

Te has ido como quisiste, te lo prometí y así lo hice. Con toda la verdad y ningún dolor.

Ahora lloro mi dolor sólo, como yo he querido, mis lágrimas no son para nadie, solo para ti. Te he querido más de lo que yo creía. Siempre volveremos a aquel balcón, donde jugábamos con pinzas sobre una baranda, a que tú y yo volábamos en una nave que nos llevase muy lejos de nuestro dolor. Ojala encuentres esa nave y viajes a aquellos mundos donde éramos felices.

Acaricio tus manos frías color ceniza, aquellas que tenían tanta fuerza, limpio tus labios enfermos recordando aquella sonrisa eterna, que siempre regalaste, aquel humor inagotable. Peino tu pelo rebelde como fuiste tú, mientras recuerdo su color negro azabache de tu infancia, ahora gris. Limpio tu cuerpo mientras tu aliento se despide. Acaricio tu piel sin apenas carne y tu mirada ya no me encuentra. Lloro apretando tu mano pero tú ya te has ido. Acaricio tu cara sin aliento he intento cerrar tus ojos cristalizados, dejo mi último beso en tu frente, llévatelo allá donde vayas.

Mis lágrimas se estancaron, pero hoy salen a despedirte. Tus secretos han muerto conmigo, tus lamentos arañarán mis sienes toda mi vida. Pero cada vez que diga tu nombre sentiré tu cálida sonrisa y un susurro me dirá que “el show debe continuar”, como tú solías decir.

Has dejado tu huella, tu impronta, en todo aquel que se cruzó en tu vida, pero hoy te dimos el último adiós, tan solo cuatro personas en el cementerio más silencioso del mundo. Muchos te lloraron desde sus casas en este maldito encierro.

Te soñaré toda mi vida, hasta que ya no me quede aliento y entonces me vaya contigo, a viajar por aquellos mundos nuestros, donde por un instante éramos felices. No sabes cuánto daría por volver a nuestro mundo de “nunca jamás” donde solo estuvimos tú, yo, y las estrellas.

Adiós hermanita. Gracias por quererme tanto.


 
 
 

Comments


Featured Posts
Recent Posts
Search By Tags
Follow Us
  • Facebook Classic
  • Twitter Classic
  • Google Classic

¡SÍGUEME! 

  • Facebook Classic
  • Twitter Classic
  • c-youtube

© 2023 por Samanta Jones. Creado coh Wix.com

bottom of page